En 1991 se disputó el primer mundial de fútbol femenino organizado por F.I.F.A, 61 años más tarde que el masculino, y visibilizó a un deporte que se había escondido muchos años en la clandestinidad y las prohibiciones. Hoy la situación cambió muchísimo, pero lejos está el techo de esta disciplina, que cada día suma más jugadoras, fans y consumidores.
Comienzos en la clandestinidad.
A finales del siglo XIX, más precisamente en 1894, la activista Nettie Honeyball decidió fundar en la ciudad de Londres lo que conocemos como el primer club de fútbol femenino de la historia, el mítico British Ladies Football Club. Al poco tiempo de abrir sus puertas, el club fue cerrado por el gobierno británico, que también decidió prohibir el fútbol para las mujeres.
Estas dinámicas no se dieron sólo en Londres, sino también en muchas otras ciudades de Europa y del mundo. Durante casi 100 años el fútbol femenino vivió bajo la sombra de la discriminación y la ilegalidad, haciendo cuesta arriba el desarrollo de clubes y jugadoras. Faltaban muchos años todavía para pensar en espectadores, televidentes, clubes y competiciones oficiales. El fútbol femenino como lo conocemos hoy era realmente impensado hasta hace pocas décadas.
El tardío apoyo de FIFA.
En el año 1991 y tras varios “mundiales” extra-oficiales y torneos organizados por la UEFA, la FIFA decidió organizar el primer mundial de fútbol femenino, con sede en la República Popular China. El campeón de aquella primera edición fue Estados Unidos, pero esto es tan solo una anécdota, ya que el verdadero triunfo fue sin dudas que la mismísima FIFA haya reconocido como oficial al fútbol femenino. Desde este punto en adelante todos los pequeños hitos serían grandes conquistas para esta disciplina, que comenzaba a crecer a una escala sin precedentes.
Crecimiento exponencial.
Cinco años tras aquel mundial, fue el Comité Olímpico Internacional quien legitimizó al fútbol entre mujeres y lo incluyó dentro de las disciplinas deportivas en los JJ.OO de Atlanta 1996.
Tras estos hechos históricos, numerosos clubes comenzaron a crear sus planteles y también nacieron clubes exclusivos de fútbol femenino. Además, sponsors comenzaron a apoyar este deporte y los espectadores se multiplicaron, al igual que las jugadoras. Poco a poco, el fútbol femenino se fue haciendo espacio en las portadas de los diarios y los canales de televisión.
Un ejemplo de este crecimiento fue cuando en 2019, 60.000 almas acompañaron a los equipos femeninos del Atlético de Madrid y el Barcelona en el Wanda Metropolitano, mostrándole al mundo entero que no hace falta que sean hombres los que juegan para que los estadios estén completamente llenos y se viva una fiesta. Como si fuera poco, en marzo del mismo año se firmó el primer contrato televisivo entre la Liga Iberdrola y Mediapro, por tres millones de euros anuales, demostrando que los fans no están solamente en las gradas.
A pesar de todo el crecimiento hay muchos aspectos donde todavía no se contempla una igualdad real. El ejemplo más claro es con los salarios, donde las mujeres están muy lejos de cobrar las cifras exorbitantes que reciben las estrellas del fútbol masculino. Además, la otra gran diferencia es la desigualdad en la profesionalidad con la que se practica ambas disciplinas, debido a que, lisa y llanamente, el fútbol masculino accede a muchos más recursos que el fútbol femenino.
¿Cómo será el futuro en el fútbol femenino?
La tecnología no fue la excepción y sucedió el mismo desfasaje temporal entre los avances del fútbol masculino y los avances del fútbol femenino. Gran parte del desfase tiene que ver con los presupuestos. Esto afecta a todas las aristas del fútbol femenino. El ejemplo más claro de esto en nuestra perspectiva como compañía tecnológica es la propia tecnología GPS, que apareció hace unos años con los tradicionales “petos”. Estos dispositivos primero se instalaron en el fútbol masculino, pero ¿por qué no en el femenino?
En pocas palabras, porque los chalecos no están pensados ni diseñados para las mujeres y a la gran mayoría le generaba mucha incomodidad e imprecisión en las métricas aportadas, porque claro, las mismas también estaban concebidas para el atleta hombre.
Además, por el elevado costo, muy pocos equipos de fútbol femenino tenían el capital suficiente para incorporar esta tecnología. Las mujeres nunca se terminaron de adaptar a los chalecos, y fue recién a fines de 2018 cuando salió al mercado el único dispositivo GPS diseñado con perspectiva de género, OLIVER.
Debido a que es un dispositivo que se coloca en la media cubre-espinillera, dejó atrás los problemas de incomodidad que generaban en las mujeres los “petos”. Otro aspecto determinante es el diseño del software, los algoritmos que cuentan con umbrales pensados para el fútbol femenino.
Actualmente, el dispositivo OLIVER se utiliza en numerosos equipos españoles como el CFF Olympia de Madrid, Racing Féminas, y también del otro lado del océano, en el histórico Nacional de Uruguay.
Solo el tiempo dirá qué tan lejos llegará esta disciplina pero el hecho de haber superado el pasado complicado, dar soportes institucionales para que la disciplina se practique, garantizar que miles puedan disfrutar jugando y trabajando como futbolistas, es una victoria para todos aquellos que disfrutamos del fútbol.